Inmersos en la pandemia de
COVID-19, los países desarrollados vemos como una auténtica catástrofe esta
epidemia que nos está atacando. Una epidemia, que sin restarle ni un solo ápice
de los grave que es, tiene una mortalidad pequeña y ataca sobre todo a aquellas
personas que ya son mayores, que dentro de la desgracia, se puede decir que no
es el peor de los escenarios, de eso tenemos que ser conscientes.
Que una persona de 80 ó 90 años
muera por Covid-19 es una desgracia, pero en algún momento (cercano) y por algún
motivo iba a morir, es al final, nuestra esperanza de vida, y sí, hay que darles
todos los cuidados posibles y no puede ser que vuelva a pasar lo que pasó en
las residencias con los ancianos, pero es algo que como sociedad podemos asumir,
porque en realidad, muchos, murieron ya al final de su vida, con Covid o no.
Lo que está pasando en la República
Democrática del Congo es otra historia, pero no nos duele porque están lejos y,
probablemente, porque son tercer mundo y ya estamos acostumbrados que sus causas
de muerte sean la desnutrición, un simple catarro, una simple infección,…. Pero
hay que reconocer que es mucho más doloroso, porque en este caso sí que no
entiende de edad.
El Covid-19 en RDC, supongo, que
no sea una gran preocupación, puesto que tienen sus propios demonios. Un
segundo brote de ébola (con un 57% de letalidad) y donde no sólo mueren
personas en su recta final de vida, sino que mueren niños y jóvenes en la misma
proporción.
Ha esto le tenemos que sumar
también un brote de sarampión, que también mata niños, y que para más INRI, es
una enfermedad erradicada (o casi) en el primer mundo, donde existen vacunas y
tratamientos.
Ha todo esto (y a alguna
enfermedad más) hay que sumarle un brote de peste notificada el 14 de junio de
2020 en Lokpa.
Se diagnosticaron 6 casos, el 16
de junio los casos ascendían a 10 (con 4 muertes), de los cuales 8 corresponden
a la peste bubónica y 2 a peste septicémica.
El primer caso (o paciente 0), es
un niño de 4 años que murió el 11 de junio de 2020, tres días después su padre,
de 41 años, también murió de la misma enfermedad.
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